Comentario
En este período, el grabado gozó de una gran estima, siendo de destacar como rasgo importante el hecho de que en el aspecto técnico se abandonó la xilografía y en su lugar se empleó sobre todo el procedimiento del grabado en plancha de cobre.En la época de Enrique IV y Luis XIII destacaron dos grabadores, Bellange y Callot que, aunque cronológicamente son artistas del siglo XVII, estilísticamente aún están ligados a las formas manieristas.Jacques Bellange (1594-1638) es un artista de reciente descubrimiento, por lo que aún existen numerosas lagunas en su biografía. Su actividad estuvo ligada a la corte ducal de Lorena para la que trabajó como retratista y decorador en el palacio ducal, así como en las representaciones teatrales, en las que también ejerció como tramoyista.Su actividad como grabador se centra sobre todo en obras de tipo religioso y de género y se caracteriza por su relación con la última fase del manierismo italiano y flamenco merced a la presencia de figuras de proporciones alargadas y cabezas pequeñas sobre altos cuellos al estilo de las del Parmigianino.Jacques Callot (1592-1635) nació en Nancy, capital del ducado de Lorena. Siendo joven, acudió a Italia a realizar su formación, quedándose en Roma por algún tiempo y aprendiendo allí la técnica del grabado. Más importante fue, sin embargo, su estancia de diez años, los que van de 1611 a 1621, en Florencia, donde estuvo adscrito a la Corte del duque Cosimo II.Para éste hizo numerosas planchas en las que, con el lenguaje manierista que le caracteriza, plasmó muchas escenas de aquella corte tan particular, en la que se celebraban multitud de fiestas y que estaba dominada por una exquisita etiqueta.Entre algunas de las obras relacionadas con aquella sociedad cabe citar los tan conocidos grabados de Los dos bufones y el de Riulina y Metzetin, en los que el motivo principal es la actuación o ensayo de unos comediantes. Pero éstos a su vez están rodeados por una serie de personajes con actitudes hasta cierto punto también teatrales; estos, sin duda, son miembros de la Corte a los que la obligada y estricta etiqueta les llevaba a una constante actuación.La vuelta a Nancy tras la muerte del duque florentino no señaló un cambio inmediato en su temática, ya que entonces pasó a representar las fiestas y los actos sociales de la corte ducal lorenesa. Sin embargo, comenzó a interesarse por el tema del paisaje, lo que será importante en su posterior producción por el destacado papel que ejercerá en sus composiciones. Hará un tipo de paisaje naturalista cercano a los modelos manieristas de los Países Bajos, situando frecuentemente en un primer término y a un lado de la composición un árbol, con lo que así logra una primera idea de profundidad que refuerza con otros medios, como, por ejemplo, los juegos alternativos de luces y sombras o el tamaño de las figuras, representadas. Con la fama que había ido acumulando y su calidad en el tratamiento del tema del paisaje, en 1625 fue llamado a Bruselas por Isabel Clara Eugenia para que representara el tema del Sitio de Breda. Tras ello, el cardenal Richelieu le encargó los temas de las tomas de La Rochelle y de la isla de Ré, habiendo realizado también durante su estancia en París algunas vistas de la ciudad.En 1631 regresó de nuevo a Nancy, donde la situación se hizo sumamente difícil a causa del conflicto de la Guerra de los Treinta Años. Personalmente se debió sentir muy afectado por los horrores que toda guerra conlleva y que, aunque él ya los había vivido por los encargos anteriores, ahora los sufría en su propia tierra. La exteriorización de esta angustia la patentizó en una de sus obras más geniales, la serie de las Grandes miséres de la guerre que hizo en 1633, en la que técnica y compositivamente siguió sus obras anteriores, pero en la que la verdadera genialidad está en la sublime plasmación de los sentimientos y el dolor.Con un estilo más propio del siglo XVII aparece la figura de Abraham Bosse (1602-1676) que, tras comenzar su actividad como ilustrador de novelas y obras religiosas bajo la órbita del manierismo tardío, luego cambió y hacia 1630 empezó a manifestar un nuevo estilo en el que representa personajes con los rasgos de su época, bien en escenas de historias de la antigüedad y bíblicas, o bien en cuadros de género de aquel siglo XVII.Y es aquí donde se muestra gran parte del valor de la obra de Bosse, por cuanto nos ha legado un retrato muy fidedigno de una parte muy señalada de la sociedad francesa del siglo XVII, la alta burguesía relacionada en general con la noblesse de robe. Por otra parte, sus composiciones por lo general resultan un poco más pesadas que las de Callot, inclinándose con frecuencia hacia el tenebrismo.Finalmente, cabría citar también como grabador a Israël Silvestre (1621-1691), que sobresalió especialmente como paisajista.